El Gobierno de Vladimir Putin tiene un gran interés en el sector petrolero venezolano, ya que el régimen chavista le debe miles de millones de dólares por los préstamos realizados. Desde 2009, el presidente ruso y la petrolera estatal de su país, Rosneft, invirtieron 9 mil millones de dólares en PDVSA. A cambio, Miraflores le dio como garantía el 49% de Citgo, la refinería que la estatal venezolana tiene en Houston, Estados Unidos. De entrar en default por incumplir el pago de sus bonos, Moscú podría quedarse con toda la compañía.

El pasado viernes 3 de mayo, Donald Trump mantuvo una extensa conversación de casi una hora y media por teléfono con Putin. «Él (Putin) no está pensando en absoluto en implicarse en Venezuela, más allá de que quiere ver que ocurra algo positivo en Venezuela, y yo siento lo mismo», señaló el mandatario norteamericano en declaraciones a los periodistas en la Casa Blanca, al tiempo que calificó de «positiva» la charla.

No obstante, pese a los esfuerzos de Moscú de sostener al dictador venezolano en el poder, el analista político ruso, Vladimir Frolov, explicó de qué manera Putin podría soltarle la mano a Maduro. «Putin está listo para renunciar a Venezuela por el precio correcto»

«El apoyo de Rusia a Maduro está impulsado por intereses financieros y energéticos, así como, también, por la visión del Kremlin de un orden mundial multipolar, donde Rusia debería bloquear los intentos de Estados Unidos de cambiar el régimen en estados soberanos amigables con Moscú», asegura Frolov.

Pero también habría intereses geopolíticos en el accionar de Putin: «Para Moscú, un acuerdo en Venezuela (…) debería implicar una concesión igualmente significativa por parte de los Estados Unidos (similar al acuerdo de JFK-Khrushchev para retirar los misiles nucleares de Cuba y Turquía)».

«Putin mencionó específicamente eso durante su conversación por teléfono con Trump. Retirar el apoyo militar ruso a Maduro también debe ir acompañado de la retirada de la asistencia militar de los Estados Unidos a Ucrania», señala el analista ruso en su artículo.

«Moscú, sin embargo, sabe que los eventos de la semana pasada no son un buen augurio para el Gobierno a largo plazo de Maduro», remarca Frolov, quien consideró que «el ejército venezolano está sentado en la cerca y sus líderes están reflexionando sobre sus opciones».

En ese punto, el analista política subraya que radica el déficit de Rusia en su injerencia en Venezuela. Y es que, más allá de la cooperación militar y el envío de tropas, «no tiene control sobre el Ejército, como sí lo ha hecho en Siria».

De esta manera, mientras los Estados Unidos y Rusia mueven sus fichas para lograr su objetivo, Maduro desconfía hasta de su propia sombra. El propio ministro de Defensa, Vladimir Padrino López, reconoció haber sido tentado para abandonar al dictador. Y, aunque sigue apelando a diferentes medios para sostener el apoyo del Ejército, cada vez son más los uniformados que se le rebelan. En este marco, si Moscú le retira su respaldo, el régimen chavista quedaría con muy poco oxígeno para subsistir.

«Moscú está lista para vender su participación en Venezuela, pero aún no está claro si Washington está listo para ofrecer el precio correcto», concluyó Frolov.