Cada día son más los venezolanos que dejan de creer en la política económica del gobierno de Nicolás Maduro. El creciente déficit fiscal, un menor monto de reservas internacionales, fuga de divisas, escasez de productos básicos y la inflación desbordada plantean una cuestión de la mayor relevancia: ¿el vecino país está ad portas del fin del bolívar fuerte?

El bolívar fuerte: ¿epílogo del chavismo?

La idea fue planteada con preocupación por Elías Matta, diputado opositor de ese país, quien alertó sobre una eventual dolarización. La propuesta se conoció en medio de la incertidumbre anterior al lanzamiento del tercer tipo de cambio, el Sistema Marginal de Divisas (Simadi), el cual trata de crear un mercado que compita con el dólar que se transa en el mercado negro y que, en palabras del presidente Maduro:

“SIMADI llegará a liquidar 5% de la demanda por dólares de Venezuela”.

La preocupación del diputado opositor, difícil de convertirse en realidad (pero no imposible), dado el excesivo control cambiario y la restricción de libertades reinantes en Venezuela, plantea un escenario que, aunque aciago para el país, ha sido el desenlace de algunas monedas y el epílogo de gobiernos infaustos.

Se trataría, nada más ni nada menos, del abandono, de facto, del bolívar fuerte como moneda de curso legal de ese país y, de paso, de lo que sería el último suspiro del gobierno de Maduro.

En esencia, la moneda tiene tres funciones:

La primera, es medio de cambio; porque es aceptada para pagar bienes y servicios.

La segunda, es reserva de valor; porque sirve para transferir valor del presente al futuro; una función imperfecta porque la inflación hace que pierda valor a través del tiempo.

La tercera, es unidad de cuenta; porque así se registran las cuentas de la economía. Para que operen estas funciones se necesita sobre todo la confianza del público, elemento que se está perdiendo lentamente.

Que en algunas zonas de Caracas se incrementen los contratos de arrendamiento en dólares, sugiere que el bolívar está perdiendo su función de medio de cambio. Del mismo modo, los venezolanos se están llevando los recursos a otros países.

Que en la frontera con Colombia, ciudadanos de ese país ahorren en pesos colombianos y que en la lista Falciani aparezcan recursos de venezolanos por US$14.800 millones es un indicio de que simpatizantes y opositores están preocupados por la protección a sus ahorros. Esto indica que no creen que la moneda sea útil para preservar valor.

Asimismo, hay una relación causal, también de tipo monetario, que merece atención. Para aumentar el gasto público, Venezuela expandió la cantidad de dinero emitiendo bolívares, mediante préstamos directos del Banco Central al gobierno. Está acción generó una mayor inflación y elevó el déficit de cuenta corriente. Esto último quiere decir que han sido mayores las importaciones que las exportaciones, generándose así una disminución de recursos externos y un endeudamiento con el exterior. La solución implica reducir el gasto, medida impopular que mermaría el apoyo a un gobierno cimentado en la buena billetera.

¿Cuánto falta?

El descontento crece en las calles. Y ante ese panorama la pregunta que se hacen analistas del mundo es cuánto le queda de vida a un gobierno que, como lo dice la revista Semana: “está contra las cuerdas pero no en la lona”. Fuentes consultadas por Dinero aseguran que:

“De caerse Maduro, lo que vendría sería un proceso similar al ocurrido en 2001 en Argentina, donde en menos de un mes hubo cinco presidentes, porque como están las cosas no hay quien retome el rumbo en poco tiempo”.

Todavía no es claro cuándo el chavismo llegará a su fin, o si efectivamente lo hará. Pero lo que no tiene discusión es que la sociedad venezolana hace mucho tiempo dejó de creer en la fortaleza del “bolívar fuerte”, a todas luces el activo más importante de una moneda.

Si todo sigue así, será el “bolívar”, y no la prensa, el senador Álvaro Uribe o la misma oposición venezolana, el que lleve a su fin al Movimiento Bolivariano. Bien decía el Libertador que: “el castigo más justo es aquel que uno mismo se impone”.

Algunos desenlaces

Un caso emblemático del fin de una moneda es el del Inti peruano, durante el gobierno de Alan García (1985-1990). El establecimiento de dos tipos de cambio frente al dólar y la emisión excesiva de dinero propiciaron, finalizando 1990, una inflación cercana a 7.500%. Al final, García terminó su mandato con uno de los más bajos índices de aprobación de la historia (21%), su partido perdió el poder, la economía se dolarizó parcialmente y el Inti fue reemplazado por el Nuevo Sol. Años después, Fujimori arrojaría al piso un fajo de billetes de Intis como símbolo de los logros de su administración.

Otro caso es el de Ecuador, que abandonó el Sucre en 2000. Luego de la crisis de finales de los noventa, la caída del precio del petróleo (que en 1997 estaba en US$27 por barril y en 1999 se ubicó en US$12 ), la hiperinflación y la devaluación, promovida por el gobierno de Jamil Mahuad, quien al final no pudo resistir y abandonó anticipadamente la jefatura del Estado.

El contexto venezolano es diferente, pero guarda profundas similitudes con los descalabros de Perú y Ecuador.

Este es un artículo reseñado en la Revista Dinero.