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La coordinadora nacional de Vente Venezuela, María Corina Machado, envió este martes una carta abierta al presidente de Colombia, Juan Manuel Santos, para denunciar una nueva “operación engañosa y ventajista” a la que el régimen de Nicolás Maduro y otros factores han denominado “diálogo”.

En el texto, la dirigente aseguró que sería lamentable que desde Colombia se fomente un falso diálogo “para no disgustar a Nicolás Maduro en su papel de acompañante” en el proceso de paz con la guerrilla neogranadina.

A continuación, el texto íntegro de la carta:

Caracas, 7 de marzo de 2017

Excelentísimo
Sr. Juan Manuel Santos
Presidente de la República de Colombia
Su Despacho.-

Sr. Presidente,

Tengo el gusto de dirigirme a usted a propósito de las declaraciones emitidas por su Canciller, María Ángela Holguín, el pasado 1 de marzo en la ciudad de Madrid, sobre el frustrado proceso de diálogo en Venezuela, la mediación que en dicho proceso ha desempeñado el expresidente José Luis Rodríguez Zapatero, y los resultados del cierre de la frontera entre nuestros países.

Es el caso, señor Presidente, que algunos de los aspectos allí señalados ameritan una serena y profunda reflexión, ya que las consecuencias de dichos eventos no sólo afectan a los venezolanos y colombianos de hoy, sino que a no muy largo plazo tendrán graves repercusiones, sociales y políticas, para nuestras respectivas sociedades.

Permítame apuntar, en primer lugar, que no es correcto llamar diálogo a una operación engañosa y ventajista. Un diálogo genuino –y necesario- partiría del establecimiento de una agenda común para la transición y contaría con la facilitación de mediadores confiables. En este caso, los cuatro expresidentes “mediadores” actúan como representantes de los intereses del régimen, designados a ese efecto por Nicolás Maduro, cuyo propósito ha sido utilizar el “diálogo” como una distracción para intentar confundir la protesta ciudadana, obstaculizar la aplicación de la Carta Democrática Interamericana por la OEA y permitirle ganar tiempo a la dictadura ya abiertamente militarista.

El saldo de esta maniobra política ha sido desolador. Desde que comenzó la intervención en ella del Sr. Rodríguez Zapatero, el número de presos políticos ha aumentado de 49 a 117, la censura a los medios de comunicación y la persecución a los periodistas se han intensificado, culminó el desconocimiento de la autoridad de la Asamblea Nacional, se negó inconstitucionalmente la realización del referendo revocatorio, se pospusieron indefinidamente las elecciones de gobernadores y se designaron, en los Poderes Ejecutivo y Judicial, funcionarios de alto nivel respecto de quienes han sido denunciados vínculos con el crimen organizado, nacional e internacional.

Son totales el desengaño y el repudio causados en la sociedad venezolana por esta perversa maniobra que impropiamente llaman diálogo. Darle tiempo a la dictadura militar representada por Nicolás Maduro es arrebatarle vida a Venezuela. Cada día que permanece el régimen en el Poder significa vidas perdidas, familias separadas, patrimonios evaporados.

Consciente y alarmado por esta situación, Su Eminencia el Cardenal Jorge Urosa afirmó que el régimen se ha burlado de El Vaticano. La Iglesia Católica Venezolana no se ha dejado engañar, ha actuado con lucidez, valentía y firmeza al denunciar el carácter totalitario del régimen y al plantear la urgencia del cambio político en nuestro país.

Por lo tanto, señor Presidente, ha quedado puesto de evidencia que ese “diálogo” no buscó nunca la transición pacífica hacia la Democracia, sino cohonestar, con la sola presencia de la oposición democrática, los muy onerosos empréstitos internacionales contraídos ilegalmente, legitimar el saqueo del país e impedir que se hagan efectivas las sanciones internacionales contra la cúpula de un régimen dictatorial y criminal que desprecia la vida de los ciudadanos.

En la mencionada declaración, la Canciller Holguín hace referencia a otro tema vinculado con lo ya tratado: el de los beneficios que en su opinión se han derivado del cierre de la frontera con nuestro país. De ello, no hay duda, se han beneficiado los contrabandistas de comida, dinero, medicinas y armas, quienes al amparo de funcionarios corruptos siguen lucrándose con las penurias de la gente. También los frentes no desmovilizados de la FARC-EP que se trasladan a nuestro territorio. Pero no así la gente. ¿Cómo quedan sus compatriotas y los míos que habitan de lado y lado?

Sería lamentable que, para no disgustar a Nicolás Maduro en su papel de acompañante en el proceso de paz con las FARC-EP y el ELN, se fomente, alabándolo, un falso diálogo, a cuya sombra ha sido profundizada la represión en Venezuela. Al igual que ensalzando la figura de un expresidente cuyo logro, si no propósito oculto, parece haber sido contribuir a mantener en el Poder a un gobierno totalitario, y finalmente, avalar el ilegal cierre de la frontera, que ya se prolonga por un año y siete meses.

Señor Presidente, me permito expresarle mi certidumbre de que no habrá paz duradera en Colombia mientras en Venezuela impere una dictadura cómplice de los grupos criminales que tanto dolor han provocado en nuestros países. El alivio transitorio que supone el desplazamiento de los frentes no desmovilizados hacia territorio venezolano, a modo de santuario, es una vaga ilusión, porque continuarán operando libremente desde mi país, con nefastos efectos para los ciudadanos de ambas naciones.

Hoy, como siempre, el futuro de Colombia y el de Venezuela están estrechamente enlazados. Por ello, ante las crisis social y política que enfrentamos venezolanos y colombianos, necesitamos unir la convicción y la energía de nuestros pueblos para hacerles entender, a Nicolás Maduro y al régimen, que su mejor opción es dejar de estorbar el restablecimiento de la Democracia, ya definitivamente resuelto por el pueblo venezolano en el acto electoral del 6 de diciembre de 2015.

En esta hora difícil reitero mi agradecimiento a todos los colombianos que durante estos años dolorosos han acompañado nuestra lucha; y de usted, señor Presidente, espero la ayuda para detener la catástrofe humanitaria que ha provocado la dictadura y sin demora retomar la ruta de la institucionalidad democrática.

Me permito concluir expresando mi más firme convicción: sé que nuestras naciones encontrarán, en el marco de la amistad que une a dos países hermanados por la Historia, los caminos que nos conduzcan hacia una misma Libertad y Paz en las dos riberas del Arauca.

[Vía: La Patilla]