La manera en que el actual presidente enfrenta la crisis en su país dista mucho a la forma en la que Chávez encaró su peor momento de gobierno. Si las Fuerzas Armadas se revelan, Maduro no se podría sostener en el poder.
En la mente de Maduro deben estar frescas, todavía, las imágenes de ese otro 11 de abril, hace quince años, cuando Hugo Chávez fue depuesto del poder por casi tres días. La población venezolana, a instancias de la oposición, había salido masivamente a las calles (se calcula que marcharon 500.000 personas en Caracas), a protestar por la expedición, por parte de Chávez, de 59 decretos-leyes en materia de impuestos, petróleo, tierra, infraestructura y finanzas. Algunos de ellos les pisaban los callos a poderosos miembros de la sociedad venezolana. Pero las tensiones sociales eran palpables.
Algunos de los marchantes avanzaron hasta las puertas del Palacio de Miraflores, en donde Chávez estaba trabajando. La situación degeneró en caos y se intercambiaron disparos entre las fuerzas del orden encargadas de proteger el Palacio y los civiles que participaban en la protesta. Al final de la tarde de ese 11 de abril, Chávez aprobó el llamado Plan Ávila, para sacar el ejército a las calles y reprimir las protestas. Un grupo de altos mandos militares, respetuosos de la democracia y la constitución, se negó a seguir las órdenes del Presidente y exigieron su renuncia. La verdad, parece ser, es la de que ya existían planes para derrocar a Chávez y que algunos miembros del ejército se habían venido reuniendo con grupos de la oposición, de los medios y de la Iglesia. En todo caso, Chávez fue conducido, primero al Fuerte Tiuna y luego a La Orchila, para permanecer encarcelado por cerca de 48 horas.
La desesperada situación de Venezuela
No imaginaron los hermanos Castro, cuando le recomendaron a Chávez que escogiera a Maduro como su Vicepresidente, que este ex dirigente sindical iba a resultar tan errático. Imaginaron que, a la muerte de Chávez, iban a contar con otro leal Presidente en Venezuela, que preservaría sus ayudas y les garantizaría el acceso, casi regalado, al petróleo y a otros recursos.
El alto número de trabajadoras sexuales que han llegado indocumentadas a trabajar a la frontera y a otras ciudades del país, y que continuarán migrando, es un síntoma de la situación interna. Pero también tiene sus efectos en Colombia. Al respecto, la Corte Suprema de Colombia ha dicho que “en caso tal de que personas extranjeras decidan desempeñarse como trabajadores sexuales en Colombia, estas entidades (Migración Colombia, Defensoría del Pueblo) deben apoyarlas en la consecución de sus visas de trabajo y demás documentos que les permitan laborar en forma regular y sin persecuciones o vulneraciones de ninguna clase”.
Como si lo anterior fuera poco, la misma Corte ha extendido estas protecciones a los indocumentados, en general, a quienes tendrían el derecho de permanecer en Colombia. Al respecto ha declarado que “cualquier autoridad con competencia en el asunto deben (sic) procurar que los migrantes sean protegidos de forma plena, que puedan ejercer sus derechos, obtener la documentación para permanecer en el territorio colombiano y, de ser el caso, ser calificados como refugiados”.
Con razón el Gobernador del Norte de Santander está preocupado. ¿Qué pueden hacer las autoridades del Departamento para albergar a cerca de 500.000 personas que, cuando las cosas se pongan todavía más difíciles en el país vecino, cruzarán nuestra frontera? Igual preocupación tiene respecto de la insuficiencia de nuestros servicios de salud que ya están a gatas para atender a todos los pacientes venezolanos que diariamente buscan, en Cúcuta, la atención médica y las medicinas con las que ya no cuentan en su país.
¿Tumbará el Ejército a Maduro?
No obstante su condición de miembro del Ejército, en el año 2002, el papel de las fuerzas armadas resultó clave para la breve caída de Hugo Chávez.
Los altos mandos militares venezolanos de hoy son distintos a los del 2002. Los actuales no comparten, con los de entonces, el apego a la democracia y el respeto a la Constitución. Primero Chávez, y ahora Maduro, les han venido entregando las riendas del poder y el acceso a cuantiosos recursos de los que se han apropiado. En pocas palabras, compraron su complacencia y su obediencia. Otros se han envuelto en el tráfico de narcóticos y en el contrabando y ganan muchísimo dinero con esas actividades.
Resulta difícil leer, en este momento, lo que piensan oficiales de rangos medios y bajos sobre la dramática situación de Venezuela, y si están dispuestos a revelarse para frenar las tendencias dictatoriales de Nicolás Maduro y sus ataques a la población civil.
Si la oposición continúa manteniendo la gente en las calles y las marchas no decaen, si la Guardia Nacional sigue matando y golpeando a los marchistas, y si Maduro cumple su promesa de entregar 500.000 armas a los milicianos chavistas, como dice el intelectual venezolano, Vladimir Gessen, parafraseando un Presidente de su país, el tiro le puede salir por la culata. “Los militares son leales hasta que dejan de serlo”.
Consecuencias para para la frontera
Si tenientes y coroneles del Ejército reaccionaran contra Maduro, el presidente no tendría cómo sostenerse en el poder. Su caída generaría caos y violencia y las zonas fronterizas probablemente serían invadidad, como teme el Gobernador de Norte de Santander, William Villamizar, por miles de personas. El Departamento y su capital no tienen capacidad para albergar y absorber, con empleo, a tanta gente. Las tasas de desempleo e informalidad son de las más altas del país. Los problemas de seguridad en ciudades como Cúcuta, en términos de robos, asaltos y asesinatos ya son muy significativos. La policía es insuficiente y el gobierno colombiano no parece tener planes para enfrentar las situaciones de emergencia que se presentarán. Amanecerá y veremos.
[Vía: Revista Semana – http://www.semana.com/mundo/articulo/venezuela-diferencia-entre-hugo-chavez-y-nicolas-maduro/523169 ]
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