El dictador venezolano, Nicolás Maduro, sorprendió a todos con el anuncio a finales de la semana pasada del inicio de la fabricación en serie de una nueva subametralladora de diseño local destinada a las milicias locales, una escalada en medio de la crisis política y humanitaria en el país y poco antes del inicio de las negociaciones en Noruega para hallar una salida diplomática de la situación. El futuro despliegue de miles de la nueva «Caribe», un arma diseñada para el combate urbano, que utiliza balas de pistolas y dispara cientos de proyectiles por minuto, estas máquinas usan calibres de pistola, más pequeños y de inferiores prestaciones (en el caso de la «Caribe», el 9×19 mm Parabellum utilizado en todo el mundo por ejércitos, fuerzas de seguridad y criminales) pero más manejables.

Como toda arma automática, la «Caribe» continúa disparando mientras se mantenga apretada la cola del disparador, conocida vulgarmente como «gatillo», alcanzando cadencias de tiro de cientos de balas por minutos. Según un vídeo surgido en redes sociales y presuntamente realizado por CAVIM, la subametralladora venezolana puede disparar hasta 1.200 proyectiles por minutos. 

Normalmente tan grandes cadencias como la presuntamente obtenida por la «Caribe» no son buscadas por los diseñadores por el inmenso gasto de proyectiles y la dificultad de controlar la precisión en el fuego automático. Pero aún así, si fuera cierto, significaría un poder devastador en ambientes cerrados, es también una amenaza de proliferación de armamento en una región del mundo aquejada por la presencia de grupos criminales, guerrillas y rebeldes.

Asimismo, el despliegue masivo de estas armas baratas y letales en las milicias y otras unidades paramilitares de escasa disciplina supone también un riesgo de proliferación de armas automáticas en una región aquejada por el auge del crimen organizado, los grupos guerrilleros, terroristas y otras fuerzas, mientras en Venezuela cada vez es más difícil obtener los elementos y artículos básicos para la subsistencia.

Incluso Héctor Rodríguez Castro, gobernador del estado de Miranda y parte de la delegación del régimen chavista en Oslo, ha dicho que «la solución a nuestras dificultades no es una ametralladora, no es el odio y mucho menos es la invasión de nuestro país», de acuerdo a El Pitazo.