A los trastornos que merman la producción en Venezuela, como las constantes fallas de electricidad, la escasez de materia prima y el meteórico incremento de los costos se añade un nuevo elemento: el feroz recorte del crédito bancario.

Roger Figueroa, presidente de la Cámara Venezolana de la Industria Láctea, explica que los préstamos al sector ya no alcanzan para realizar el pago semanal a los ganaderos que proveen la leche; la manufactura trabaja a 18% de su capacidad y carece de financiamiento para recuperarse mientras que en el comercio aumentan los problemas para reponer inventarios.

La reducción del crédito es una medida deliberada del Banco Central de Venezuela a fin de disminuir los préstamos para la compra de divisas y contener el aumento en la cotización del dólar que, desde el punto de vista de las autoridades, es la principal causa de la hiperinflación que estalló en noviembre de 2017.

Para cerrar el grifo del crédito, entre octubre de 2018 y febrero de este año, el Banco Central incrementó en seis oportunidades la proporción de los depósitos que las entidades financieras no pueden prestar y deben almacenar como reservas, al punto de que actualmente las obliga a congelar 57% de todo el dinero que gestionan y la totalidad de las nuevas captaciones.

En vista de que disponen de menos fondos para prestar, los bancos han disminuido drásticamente el financiamiento a quienes quieren protegerse comprando dólares, pero también a las empresas que intentan producir, a los comercios y a las personas en general, estableciendo un límite bastante bajo a las tarjetas de crédito.

“Desde hace cinco meses el banco no me aumenta el límite de mi tarjeta de crédito y como todo sube de precio ya prácticamente no me sirve para nada: antes podía pagar la compra del supermercado y ahora apenas me alcanza para el estacionamiento”, dice Soledad Noriega, una abogada que vive con su único hijo.

La firma Global Scope precisa que en mayo de 2018 los bancos prestaban el 48% de los depósitos y en mayo de este año tan solo 17%

Hasta ahora el Banco Central ha tenido éxito en el propósito de frenar el aumento en la cotización del dólar. En el primer semestre de este año la moneda estadounidense se ha encarecido 900% versus 3.000% en el mismo lapso de 2018 y la hiperinflación ha perdido intensidad: los datos oficiales registran que tras un salto de 114% en febrero los precios aumentaron 34,8% en marzo y 33,8% en abril.

Pero el costo a pagar por este resultado es que la contracción del crédito profundizará la recesión. La economía acumula veinte trimestres consecutivos de caída y en los últimos cinco años el PIB se ha reducido a la mitad, un resultado que pone al país en el ranking de los mayores descalabros de la historia contemporánea.

De acuerdo con un trabajo de Miguel Ángel Santos, investigador del Centro para el Desarrollo Internacional de la Universidad de Harvard, Venezuela figura en la lista de los diez países que han sufrido la mayor caída del PIB en períodos de cinco años en el lapso 1960-2018, acompañado por Liberia, Georgia, Tayikistán, Azerbaiyán, Libia, Ruanda, Ucrania, Kirguistán y Armenia.

“La restricción de la liquidez ahogando el crédito se pagará con una profundización de la recesión que va a continuar en 2019 y será el sexto año consecutivo de caída de la economía, con lo que la reducción del PIB podría llegar a ser de 60%”, dice el economista José Manuel Puente, profesor en la Universidad de Oxford.

Efraín Velásquez, presidente del Consejo de Economía Nacional, señala que “la política de recortar el crédito para frenar la inflación tiene altos costos porque agrava la recesión, deja a las empresas sin capital de trabajo, genera mayor desempleo y no resuelve la causa fundamental de la inflación que es un gobierno que no tiene cómo cubrir sus gastos y se financia creando dinero”.

Entre las causas que explican la larga recesión venezolana destaca que a partir de 2004 el gobierno estatizó cientos de empresas y debilitó la producción mediante controles de precios y una batería de regulaciones. Al mismo tiempo, no ahorró durante el período en que el petróleo -que provee 96% de los dólares que ingresan al país- se cotizó a niveles récord, se endeudó masivamente y gastó buena parte de los recursos en proyectos que están paralizados.

En 2014 el mercado internacional consideró que la deuda en dólares había adquirido magnitudes colosales y dio inicio a la recesión cerrando el grifo del financiamiento. Posteriormente, el declive de los precios del petróleo y el descenso en la cantidad de barriles que el país extrae diariamente disminuyeron violentamente el ingreso de dólares, obligando a un recorte de las importaciones que dejó a las empresas con pocos insumos y materia prima para producir.

Economistas coinciden en que la hiperinflación hizo erupción a finales de 2017 una vez que la caída de la producción hundió la recaudación de impuestos y produjo un gigantesco déficit en las cuentas públicas que alcanzó 19% del PIB. El gobierno cubrió este enorme desajuste encendiendo las máquinas para crear billetes y originó un profundo desbalance entre la oferta y la demanda: más dinero detrás de pocos productos, una combinación que disparó los precios.

El informe Consensus Forecast de LatinFocus indica que JP Morgan proyecta que la economía venezolana retrocederá este año 10%, Barclays Capital 21% y Goldman Sachs 25%.

La obligación de inmovilizar buena parte de los depósitos está generando iliquidez en un sector de la banca venezolana y las alarmas están encendidas. El grupo de entidades financieras que se ha quedado sin suficientes fondos para cubrir sus operaciones recurre continuamente al mercado interbancario, donde los bancos se prestan unos a otros para obtener oxígeno.

Las pocas entidades financieras que están en condiciones de prestarle a otras exigen astronómicas tasas de interés: en enero los préstamos en el mercado interbancario se realizaron a una tasa de interés promedio de 13%, en marzo el nivel ascendió hasta 64% y el pasado 27 de junio escaló hasta 124%, un nivel inédito que desnuda la magnitud de la iliquidez que estremece a un sector de la banca venezolana.

La firma Síntesis Financiera indica que “la situación de liquidez continúa planteando importantes exigencias a la banca. Es fundamental hacer saber que la moderada liquidez excedentaria está fuertemente concentrada en un par de bancos y que la precariedad de fondos afecta a la casi totalidad del sistema bancario”.