Miles de venezolanos huyen de la escasez y la represión de Venezuela y se van a Cúcuta. La revista Semana reflejó en un reportaje las dificultades que tienen los venezolanos que prefieren emigrar y vivir en duras condiciones en las calles a quedarse en el país, donde no consiguen alimentos, medicinas, trabajo ni dinero para poder vivir.

De acuerdo con datos ofrecidos por las autoridades colombianas, entre 45.000 y 50.000 personas cruzan la frontera a diario desde Venezuela y 5.000 de ellas se quedan en el país vecino.

La mayoría de los venezolanos en la frontera viajan a Colombia en búsqueda de elementos básicos de subsistencia, imposibles de conseguir en Venezuela. Una situación que la publicación describe como simplemente penosa.

“En Colombia, el salario mínimo con el auxilio de transporte suma 820.000 pesos mensuales (280 dólares). En Venezuela el presidente Maduro subió el sueldo el 1 de mayo –lo ha hecho 15 veces en 4 años de mandato– y con ello un empleado gana 65.000 bolívares, más 135.000 en bonos de alimentación, es decir, 200.000 bolívares al mes (20 dólares)”, señala Semana.

La revista también muestra las vicisitudes de los venezolanos, muchos de ellos jóvenes padres de familia que están desempleados y que emigran para buscar el sustento para sus hijos, tal es el caso de Carlos Fuentes, padre de dos niños, que relató su experiencia a la publicación.

“Vinimos porque no hay trabajo, no había alimentos, a mis hijos no los alimentábamos como se debería y nos vinimos a buscar una nueva vida aquí en Colombia”, dijo el padre de 25 años de edad.

Su esposa, Arelys Silva, una inmigrante venezolana de 21 años de edad, con su hijo menor en su regazo y el mayor al lado contó: “Había días en que –conteniendo las lágrimas– sólo tenían agua con azúcar, mientras esperábamos que él (su esposo) llegara de trabajar, o que pidiera prestado para poder darles de comer. Nos vinimos para estar mejor porque allá no se puede vivir”.

Francesco Bortignon, sacerdote misionero del centro de migraciones Scalabriniano, lugar al que llegan 25 venezolanos diariamente, afirmó: “Cúcuta no ofrece ninguna oportunidad, hay 25% de desempleo y el trabajo informal supera 70% o 75%”.

El padre acota que la inmigración es una cuestión cuyo origen es de hambre, de seguridad y de humanidad.

El padre Alfredo Mosquera, sacerdote de los misioneros San Carlos resaltó: “El mayor problema que tenemos aquí son niños con hambre, nunca habíamos visto casos así tan graves, niños desnutridos, anémicos”.

Mientras muchos venezolanos se van con la esperanza de conseguir algo mejor, muchos, aún con niños pequeños, prefieren dormir en las calles, a sufrir la falta de alimentos en Venezuela, pero la pequeña ciudad, sin industrias ni servicios, tiene problemas apremiantes de informalidad general, desempleo e inseguridad, y no se da abasto a la cantidad de personas que cruzan la frontera.

Solidarios. Eduardo Espinel, un emprendedor caraqueño de 30 años de edad, que abrió dos exitosos restaurantes de comida venezolana en Cúcuta, ayuda a los venezolanos más desposeídos. Espinel, su hermana y amigos se reúnen en una plazoleta cercana al centro comercial Ventura y entonan el himno nacional, guardan un minuto de silencio por los caídos en las marchas y rezan una oración para dar gracias a Dios por los alimentos que van a distribuir.

“Lo que hacemos no es una solución, es solo un mensaje. Con un plato de comida les decimos a todos esos jóvenes que pronto vamos a poder regresar a nuestras casas a reunirnos con nuestras familias”, dijo.

El diálogo será cuando el gobierno cumpla

En la reunión del jueves entre el papa Francisco y la Conferencia Episcopal Venezolana, el sumo pontífice hizo saber a los 6 miembros de la presidencia de la CEV que algunos de los que sirvieron como facilitadores en el fallido intento de diálogo del último trimestre del año 2016, han insistido en solicitar a la Santa Sede su participación en un nuevo proceso. Sin embargo, la respuesta ha sido contundente: la Santa Sede, sólo tomará parte en una nueva iniciativa de diálogo, siempre y cuando el gobierno cumpla con las cuatro condiciones ya expresadas en la Carta del Cardenal Parolín a inicios de diciembre de 2016, es decir: la apertura de un canal humanitario que permita hacer ingresar al país alimentos y medicamentos, la presentación de un cronograma general de elecciones, el respeto a la autonomía de la Asamblea Nacional, y la liberación de los detenidos por causas políticas.

Francisco ratificó su apoyo a los obispos venezolanos y les invitó a seguir del lado de la gente, a no abandonarlos en su empeño por alcanzar un país más justo, a seguir trabajando por la paz y a hacer todo lo que puedan por los más vulnerables.