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Después del anuncio del presidente Nicolás Maduro de alargar por 72 horas el cierre de frontera provocó la intervención del presidente Santos quien viajó hasta Cúcuta para hablar telefónicamente con el presidente Maudro y llegar a un acuerdo mutuo de reapertura en la frontera para los días de navidad y año nuevo. 

Bastó una sola llamada para que el presidente colombiano Juan Manuel Santos convenciera a su homólogo venezolano Nicolás Maduro de reabrir la frontera entre los dos países.

El lunes en la noche, Santos le hizo ver que una frontera cerrada perjudicaba a ambos países, agravando la situación de contrabando e inseguridad propias de la zona en los últimos años, al mismo tiempo que empeoraba las condiciones económicas y sociales a ambos lados de la misma, según una alta fuente del Gobierno nacional.

Las razones propias de Colombia tienen que ver con la dependencia de la zona fronteriza con la economía y el comercio con Venezuela.

Cuando Maduro ordenó sorpresivamente el cierre de la frontera el pasado 13 de diciembre, la mayoría de autoridades y gremios de Cúcuta, en caliente, pensaron que lo mejor era que Colombia le respondiera de igual manera, como retaliación al autoritarismo de Maduro.

Incluso, César Rojas, el alcalde de Cúcuta, y algunos gremios pidieron a través de Portafolio que esta se clausurara el tiempo necesario para que la reapertura se diera de forma organizada, pero después de unos días y ya con cabeza fría, la dirigencia cucuteña se dio cuenta que los 1.500 millones de pesos que entran diariamente al comercio de la capital de Norte de Santander, principalmente de víveres y abarrotes, son necesarios para una ciudad con unos de los desempleos e informalidad más altos del país en el último lustro.

La ciudad, desde hace más de medio siglo, tiene a Venezuela como medio de vida, con un aparato comercial sobredimensionado para sí misma.

El otro motivo, es que el cierre de la frontera estaba a punto de convertirse en un problema de orden público para las autoridades venezolanas, pues las personas que querían pasar a Colombia a comprar alimentos y medicinas en ciertos momentos decidían arremeter contra las autoridades, sobrepasar las vallas y en algún momento hasta las tiraron desde el puente al río Táchira, que divide a ambas naciones.

Además, los últimos cuatro días habían sido de alta tensión interna para el gobierno venezolano, pues a la premura por recoger los billetes de 100 bolívares, por un supuesto ‘complot’ contra su economía, no llegaron los de las más altas denominaciones que los iban a reemplazar, por lo que se presentaron saqueos, disturbios y hasta muertes en diferentes partes del país.

Otra de las principales razones es que Bogotá teme que en cualquier momento la situación en Venezuela se “salga de control” y las personas decidan en masa emigrar a Colombia en calidad de refugiados, por lo que la frontera abierta es una válvula de escape para conseguir artículos de primera necesidad.

Así mismo, se acordó una posible reunión entre los bancos centrales de los dos países con el objetivo de aclararle al gobierno venezolano que es difícil que el Banco de la República intervenga en el precio del bolívar y que se arriesgue a comprar bolívares, como lo quiere Maduro.

Estas fueron las razones que llevaron a la reapertura gradual en las mismas condiciones en que se cerró el 13 de diciembre: solo paso peatonal en una jornada diaria limitada, pero con la adición por parte del lado de venezolano de no pasar hacia Colombia con más de 55.000 bolívares (casi el mismo valor en pesos) y la prohibición de ingresar billetes de 100 bolívares a Venezuela.

“El fin último del gobierno colombiano es que la reapertura de la frontera se haga de manera gradual y ordenada, en donde impere la seguridad y la legalidad, con decisiones conjuntas y evitar que el gobierno venezolano tome medidas unilaterales para cerrarla o abrirla”, dice una alta fuente del palacio de Nariño.

El martes en la tarde, en la reunión del presidente Santos con la dirigencia cucuteña, se le pidió, otra vez, facilidades para industrializar a la región, convertirla en una ciudad maquila y una mayor conectividad terrestre con el resto del país.

Lo mismo que se solicitó cuando Maduro cerró la frontera en agosto del 2015, cuando expulsó a miles de colombianos, pero un año después, cuando fue reabierta, muy poco se había logrado, en parte por la falta de iniciativa de la dirigencia política de la región, tal como se describió en un artículo de Portafolio.

Por su parte, el gremio de las casas de cambio le dejó saber al gobierno colombiano que el principal problema para la devaluación del bolívar es que entra a Cúcuta mucha moneda venezolana y no hay forma de devolverla, por lo que le pidieron estudiar fórmulas para que mediante el comercio bilateral se puedan vender bolívares hacia Venezuela.

Este miércoles, las casas de cambio de Cúcuta ya estaban recibiendo los bolívares, el cual se ha valorizado en las últimas dos semanas en parte porque no hay dinero en Venezuela para comprar dólares, a un cambio de 1,40 pesos por bolívar para la compra y 1,60 para la venta en billetes de 50 bolívares, mientras que los de 100 bolívares se cotizan a un peso para la compra y 1,20 para la venta.

“Este es un negocio que si en un día logro comprar un millón de bolívares, me ganó 200.000 pesos. Eso es lo que dice el presidente Maduro que estamos quebrando la economía venezolana”, dice un dueño de una casa de cambio en Cúcuta.

Hace un par de meses, el gobierno colombiano decidió suspender el cronograma para la reapertura de la frontera por falta de compromiso de las autoridades venezolanas, ahora intentarán nuevamente trabajar de manera conjunta con la esperanza de que esta vez sí se logre una coordinación.

[Vía: Portafolio]