El pasado domingo, Venezuela celebró elecciones para escoger a los gobernadores de los 23 estados que conforman el vecino país. Tras los pasados comicios, en los que se eligieron los miembros de la Asamblea Nacional Constituyente y en los que las denuncias de fraude fueron tan profundas que hasta la empresa que administra el software de la votación hizo pública la alteración de resultados, Venezuela se enfrentaba a una nueva jornada, con la esperanza de que ahora sí la democracia prevaleciera en las urnas.
Pero hacia el final de la noche, Tibisay Lucena, titular del Consejo Nacional Electoral, anunció el triunfo apabullante del chavismo y certificó que, según su escrutinio, el Partido Socialista Unido de Venezuela obtuvo 17 de las 23 gobernaciones.
Estos resultados distan completamente de las proyecciones hechas por analistas y la oposición, quienes habían previsto su triunfo, si lograban una participación del 55% de los votantes. Pero según Lucena, la participación fue “histórica” y el 61,14% de los venezolanos acudió a las urnas. Pero ni con esa supuesta votación masiva la oposición se acercó a un número relevante de gobernaciones.
Como era de esperarse, los opositores no reconocieron los resultados y de nuevo Venezuela se encuentra en el limbo.
Es evidente que en estas elecciones, al igual que en las anteriores, estamos ante un sistema fraudulento. Aunque en Venezuela hace rato no hay cifras oficiales que permitan medir con certeza nada, según cifras de Datanálisis, a junio del 2017 el 76,4% de los venezolanos desaprobaban la gestión de Nicolás Maduro. ¿Cómo es posible entonces que un país que afronta la peor crisis económica de su historia, con escasez de alimentos y medicamentos, con una inflación desbordada e índices de violencia que los ubica en los primeros lugares de Latinoamérica decida ratificar este modelo en las urnas?
Venezuela hace rato dejó de ser una democracia y se consolida cada vez más como la dictadura que es.
Ahora de nuevo viene la incertidumbre ante un país agotado y desesperado, cuya oposición no ha encontrado la vía para recuperar la democracia y que se desmorona ante los ojos de todas las naciones que con su silencio y pasividad han sido cómplices todos estos años de la destrucción de una nación próspera.
[Vía: Vanguardia Liberal]
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